Hay una viñeta de John Byrne: Batman detiene a un delincuente, calcula que le rompió las costillas. No hay remordimiento. Solo eficacia.
Batman no encaja con el liberalismo clásico. No respeta el proyecto de vida del prójimo. No cree en el principio de no agresión. Y aunque defiende la vida, la libertad y la propiedad, lo hace al margen de la ley. Con puños. Sin proceso.
Para alguien como Alberto Benegas Lynch (h), sería una aberración. Nada de cooperación social, nada de libre competencia. Solo fuerza.
Algunos lo llaman fascista. La estética ayuda: máscara, violencia, símbolo en el cielo.
Pero Frank Miller, autor de The Dark Knight Returns y Year One, obras fundamentales del personaje, lo dijo claro: “Cualquiera que piense que Batman era fascista debería estudiar sus ideas políticas. El Caballero Oscuro, si acaso, sería libertario. Los fascistas le dicen a la gente cómo vivir. Batman solo les dice a los criminales que paren”.
¿Tiene razón?
El liberal clásico cree en el Estado de derecho. En el imperio de la ley como civilización. Batman no: reemplaza a la ley y sus autoridades. Desconfía.
El libertario desconfía del Estado, pero cree en límites. En la no agresión. En la proporcionalidad. En defenderse si el Estado no te protege. Batman hace más que defenderse. Patrulla, anticipa, castiga. No reacciona: impone.
Y el héroe randiano —racional, brillante, egoísta virtuoso— tampoco es Batman. Él actúa por trauma, no por razón. No se afirma: se inmola.
En The Dark Knight Strikes Again, secuela de la miniserie con la que cambió para siempre el género de superhéroes, Frank Miller incorpora a The Question, creación de Steve Ditko y producto directo del objetivismo. Blanco y negro. Certeza sin fisuras.
Batman no tiene esa claridad. No actúa por ideología. Actúa porque no puede no hacerlo. Porque algo dentro de él sigue ardiendo.
Los libertarios de escritorio veneran la proporcionalidad. Como si en un callejón uno pudiera calcular si el criminal que nos ataca trae un cuchillo o una Magnum 44.
Batman no responde con el mínimo daño posible al agresor: actúa con eficacia. Porque si duda, alguien muere. Y porque estima que su trabajo no incluye cuidar los sentimientos de quien asalta, mata o roba. No cree que los malhechores merezcan esa consideración.
Tiene proporcionalidad, pero no aquella que los progresistas piden para los pillos, que trata como iguales a agresor y agredido. Su proporcionalidad no es exacta, ni pretende serla.
Tan es proporcional, que Batman tiene límites. No mata, pero no pone en algodones a aquel que atenta contra el contrato social de no agresión y respeto a los derechos ajenos.
Eso no lo justifica. Pero lo explica.
Batman no cita a Hayek. No organiza simposios. No espera soluciones del mercado.
Pero tampoco impone un modo de vida a la generalidad de las personas. Si no dañas a los demás, nunca te toparás con la furia del murciélago. Batman no busca poder. Solo impone límites a los delincuentes cuando nadie más lo hace.
No es un libertario de salón. Es un libertario realista. Un síntoma de la falla sistémica. La respuesta a instituciones ineficaces, corruptas o inútiles. La oposición al gobierno fallido, que lo enfrenta y desobedece, porque no hace su trabajo de forma adecuada. No busca sustituirlo, lo complementa.
Batman quisiera que policías y tribunales evitaran todo el crimen, pero sabe que eso no va a suceder. Y hace su parte, bajo la lógica de que la legítima defensa de la vida, propiedad, derechos y libertades del prójimo es un deber y que él está más capacitado que los demás para protegerlos.
Batman es el opuesto de la subsidiariedad clásica: es el individuo que interviene cuando las instituciones fallan.
Miller tenía razón.
El problema no es que exista Batman en la narrativa. Es que muchos lo necesitarían en la realidad.
Batman no es doctrina de Rothbard. Es una respuesta desesperada al colapso.
Y mientras vivamos entre sistemas fallidos y sombras largas, siempre habrá alguien que, en lugar de rezar, desee ponerse la máscara y salir a detener el crimen.
Al final, la figura de Batman no es un "modelo a seguir", pero es un elemento indispensable cuando todo lo demás falla. Podríamos verlo como un ideal, pero en la realidad es más bien una consecuencia tanto como una necesidad.
Lo incluyo en el diario de Substack en español?